Los Escritos Perdidos De James Shelby Downard, El
Poeta Que Siempre Será Maldecido Por Los Poderosos De La Tierra
Publicado Por Mente Alternativa
Para la operación de sesgo informativo conocida como
Wikipedia, James Shelby Downward es sólo “un autor estadounidense de
teorías de conspiración.” En su reseña de “Acechando a la Gran Ramera: Los
escritos perdidos de James Shelby Downard” (2023), el historiador Dr. Michael
Hoffman va más allá. Él advierte: Leer a Shelby Downard puede llevar al lector
a un despertar de contrainteligencia y a una iniciación en un mundo de
maravilla que detecta patrones. A lo largo del camino, se encuentran hechos
empíricos y alegorías ocultas, junto con un elenco de personajes y
acontecimientos vinculados al “imperio invisible”, que ha hecho de la política
y la historia de Estados Unidos un psicodrama muy bien montado.
POETAS MALDITOS
James Shelby Downard fue un poeta maldito —y chivo expiatorio—
en la línea de Antonin Artaud y todos aquellos que componen, en palabras de
Alfred de Vigny, “la raza que siempre será maldecida por los poderosos de la
Tierra.”
La vida del Sr. Downard está sembrada de las efigies que creó
y gracias a las cuales sobrevivió. Él fue víctima de diversas formas de
experimentación vil, tormento psicológico y tortura descarada, y su
supervivencia dependió en gran medida a su “judo” personal para convertir las
fuerzas ocultas utilizadas por sus antagonistas para usarlas en sus propios
fines, pues tanto para la magia como para la ciencia aplicada, pues a fin de
cuentas, el problema es cómo someter la realidad a los deseos de los hombres.
Shelby a veces confinaba su narrativa a perímetros académicos; otras veces
escribía una prosa que era poesía. En Shelby se observa el interés por la
simbología oculta, las sociedades secretas y la expiación como ritual oculista,
lo que le lleva a re-elaborar conceptos como el de “chivo expiatorio” o
“toponomía mística”.
Los chivos expiatorios sufren mucho por las torturas que les
infligen los identificados como Hechiceros —esos psicópatas que dirigen el
destino de la animalidad robotizada y la disonancia cognitiva que hace décadas
Downard previó que afligiría a la humanidad como parte de un proceso que
identificó como “La Revelación del Método”. “Conciliar el pensamiento lógico
con el misticismo puede ser una tarea desalentadora. Cuando el misticismo tiene
que ver con la Ciencia del Simbolismo, a veces puede encontrarse coordinado, y
en el recuento de símbolos coordinados, significados que son abstrusos desafían
un precepto mental inmediato. Para tratarlos adecuadamente, es necesario
disponer de una gran cantidad de información que algunos podrían considerar
trivial, hasta que se demuestra que la información está coordinada. Dicha
información puede denominarse información transversal.” — J.S. Downard
Por Michael Hoffman
Poeta maldito y chivo expiatorio
La burla desafiante era su forma habitual de intentar asustar
a los espías demostrando su despreocupación y su sátira bierceana (en más de un
sobre con cartas que Shelby enviaba a sus corresponsales había una cita
estampada con tinta del diccionario del diablo, de Ambrose Bierce: “Mi país
es el tuyo, dulce Tierra del crimen”).
James Shelby Downard fue un poeta maldito en la línea de
Antonin Artaud y todos aquellos que componen, en palabras de Alfred de Vigny,
“la race toujours maudite par les puissants de la Terre” —la raza que siempre
será maldecida por los poderosos de la Tierra.
Al igual que Artaud, Downard fue víctima de diversas formas de
experimentación vil, tormento psicológico y tortura descarada, incluso en un
manicomio (aunque no el que menciona el Dr. Spence).
Un concepto que se le escuchaba a menudo y que paradójicamente
era la fuente de su formidable fortaleza mental y espiritual, así como de su
compasión por otros que habían quedado atrapados en un “patrón” similar de
abusos por parte del poder, era el de “chivo expiatorio”, así como el de
“pharmakos”, que en la antigüedad se asociaban a ritos de fertilidad:
“…reverdecimiento-que tiene que ver con todo tipo de
fertilidad y muerte, ritualismo-que, según su ‘Plan Maestro’, si se realizaba
correctamente debía conducir a una transferencia magnética a un chivo
expiatorio-cesionario, que para los brujos era el simbólico ‘Averter of Ills’
(Caper Emissarius y/o un Pharmakos)”.
Cuando Artaud escribió sobre Vincent van Gogh, lo llamó “el
hombre suicidado por la sociedad” —impulsado al suicidio por un proceso de
“conducción psíquica”, que desde entonces se ha asociado con la CIA y el
programa MK-Ultra, una versión del cual atrapó a Charles Manson y al
“Unabomber” Ted Kaczynski. ¿Hasta qué punto esos experimentos con drogas
paralizaron la agencia moral de esos dos infames hombres?
El hecho de su lavado de cerebro psicotrópico-químico se ha
publicado no en raros grimorios difíciles de encontrar, sino en libros de libre
acceso (Chaos: Charles Manson, the CIA, and the Secret History of the Sixties;
y Harvard and the Unabomber), pero lo que Downard llama “el engaño de una
sociedad secreta” sigue dominando la narrativa, y ambos individuos, Manson y
Kaczynski, son considerados en la mente del público como “locos solitarios”
culpables. (A propósito de “locos solitarios”, el psiquiatra a cargo del
dispensario de LSD de la CIA en San Francisco, donde Manson fue abastecido y
pastoreado, era el mismo psiquiatra que tenía acceso privilegiado al “loco
solitario” encarcelado Jack Ruby, que asesinó al “loco solitario” Lee Harvey
Oswald).
El caso de Kaczynski confirmó con bastante claridad la
práctica de Shelby de buscar en coordenadas de mapas y líneas de latitud y
longitud indicios relevantes de “toponomía mística”. Para el Sr. Downard, la
condición de chivo expiatorio de Kaczynski se confirmó simbólicamente cuando
este escritor le notificó que la célebre cabaña del terrorista acusado en
Montana estaba situada en medio del “Scapegoat Wilderness” de Montana, en la
Cordillera Continental.
En “Al acecho de la Gran Ramera” (Stalking the Great Whore)
escribe (p. 12): “Se sabe que los chivos expiatorios sufren mucho por las
torturas que les infligen los identificados como Hechiceros. Es un viejo axioma
en brujería que el conocimiento oculto proviene de tal sufrimiento, y de
acuerdo con el axioma, un Chivo Expiatorio que logra sobrevivir a la crueldad
de los Hechiceros puede imaginarse que ha adquirido conocimiento oculto.”
El psicodrama en la historia de Estados Unidos
En manuscritos crudos y sin editar que publicaba como
fotocopias que hacía imprimir en los antiguos centros de copiado Kinko’s, el
Sr. Downard escribía historias pedagógicas que no dejaban de ser verdaderas a
pesar de que no siempre optaba por presentar su vida y sus investigaciones
dentro de los estrictos límites de la historiografía tipo tesis doctoral.
Estaba justificado que lo hiciera porque su preocupación por la historia de
Estados Unidos era, en última instancia, en términos de psicodrama.
Creía que el asesinato del presidente John F. Kennedy había
sido un caso espectacular de puesta en escena, en el sentido de que presentaba
las características de un ceremonial oculto en el tiempo y el espacio. En
física atómica aprendemos que “se supone que las relaciones temporales entre
los acontecimientos están constituidas en primer lugar por las relaciones
físicas específicas que se dan entre ellos”. Sobre ese principio se fundó la
geomancia que conjuró el imperio británico, surgido de las postulaciones
geográficas del matemático y nigromante real isabelino Dr. John Dee, que
escribió General and Rare Memorials Pertaining to the Perfect Art of
Navigation, y de su confederado, el visionario Richard Hakluyt, autor de The
Principal Navigations (Las principales navegaciones), que crearon “hechos sobre
el terreno” a través de su nomenclatura y cartografía.
Como los detectives más astutos, James Shelby Downard pensó
con la mente de los autores. Afirmó que habían planeado el asesinato de JFK en
Shakespeare, Nuevo México, y en la sección Storyville de Nueva Orleans. En
1963, la mayoría de los observadores no habrían advertido la importancia de
esos lugares.
Ahora, en la tercera década del siglo XXI, equivalen a
esconderse a plena vista (o quizás deberíamos decir “sitio”).
Cápsula del tiempo de congelación-descongelación criónica
Obsérvese el efecto de la cápsula del tiempo: la
“congelación/descongelación criónica”, como la denominó Downard, congelada en
1963 y descongelada en 2023, lo que enlaza con su estudio del simbolismo de
Camelot, denotado por el concepto del rey “de una vez por todas”. ¿Y quién
fue asesinado en Dallas aquel día si no el rey de Camelot?
Se podría sugerir que JFK cobra vida gracias al incesante
estudio de palabras, imágenes y artefactos relacionados con su inmolación en
Dealey Plaza. Esto nos recuerda nuestra sospecha de que los 5.000 objetos que
Howard Carter descubrió en el Valle de los Reyes de Egipto en 1922, en la tumba
cápsula del rey Tutankamón, tenían la intención no sólo de avivar la memoria de
Tut, sino de reanimar el sistema oculto del Egipto faraónico concentrando en él
el poder de aumento de la Mente Grupal posmoderna.
Recordemos un principio de la física cuántica: El ojo del
observador es el que cambia la realidad, la observación le da forma la
realidad; la medición la llama a la existencia. Asemejarse a Dios es evocar la
realidad siendo testigo de ella. Sin embargo, un universo creado por la
observación implica “definir la realidad”, un acto que se basa
necesariamente en las ideas preconcebidas en la mente del observador, que
no es en absoluto una tabula rasa.
En este ámbito nos acercamos a la magia por la que los
egipcios eran lo suficientemente famosos como para que los arquitectos del
“Gran Sello” de Estados Unidos incorporaran en él una pirámide faraónica
inacabada, cuyo simbolismo era tan inequívoco que llevó a Charles Eliot Norton
(1827-1908), profesor de Arte de la Universidad de Harvard, a tachar el sello
de “el emblema de la fraternidad masónica.”
La brujería a la que se enfrentó el Sr. Downard fue señalada
por C.S. Lewis en su obra indispensable, La abolición del hombre: “Hay algo que
une la magia y la ciencia aplicada al tiempo que separa a ambas de la sabiduría
de épocas anteriores. Para los sabios de antaño, el problema cardinal había
sido cómo conformar el alma a la realidad, y la solución había sido el
conocimiento, la autodisciplina y la virtud. Tanto para la magia como para la
ciencia aplicada, el problema es cómo someter la realidad a los deseos de los
hombres.”
Shelby insinuó que después de la puesta en escena de
Storyville, Luisiana y Shakespeare, Nuevo México, los trabajadores de la
iniquidad tenían una cita en otra parada de la Jornada de la “Tierra del
Encanto” —Verdad o Consecuencia, Nuevo México, en la línea del grado 33 de
latitud del paralelo norte.
Quienes piensen que estos temas y tesis pueden explicarse
únicamente con la vara de medir del racionalismo académico lineal están
equivocados y, además, superados. Shelby a veces confinaba su narrativa a
perímetros académicos; otras veces escribía una prosa que era poesía. Si se
dice que este tipo de escritura no aporta nada sustancial a la historia, ¿qué
valor tienen entonces Homero, Virgilio, Dante, Chaucer o Shakespeare?
En “Macbeth” se puede comprender mejor el asesinato del rey el
22 de noviembre de 1963 que en las más de 2.000 páginas del tomo de Vincent
Bugliosi, Reclaiming History.
“Acechando a la Gran Ramera” es una obra autobiográfica
escrita por un volteador de molinos y Forest Gump de la vida real que estuvo en
compañía y en el centro de algunas de las personalidades y acontecimientos más
destacados del “siglo americano”. Acompañándole en su aventura uno sirve a un
aprendizaje que puede llevar a un despertar de contrainteligencia y a una
iniciación en un mundo de maravilla que detecta patrones. A lo largo del
camino, se encuentran hechos empíricos y alegorías ocultas, junto con un elenco
de personajes y acontecimientos que van desde Enrique Esquinaldo y la “banda de
brujería de las Tres Hermanas”, Franklin y Eleanor Roosevelt, así como Miss
Chudlleigh y Edith Bouvier Beale pasando por El – Bel – Baal – Be al – Beal –
Beale.
Salpicada aquí y allá en el texto está la contribución de este
escritor a la obra del Sr. Downard, como las Cartas de John Quincy Adams sobre
la Institución Masónica (p. 390). La aportación del prodigio forteano Jim
Brandon es visible, así como la de Charles Saunders, un erudito multilingüe
afincado en Florida dotado de una memoria casi total, que también estuvo cerca
de Jack Kerouac en sus últimos días. (Como testimonio de las asfixiantes
restricciones de lo políticamente correcto, en el momento de escribir estas
líneas el políticamente incorrecto Sr. Saunders ha sido excluido de todas las
biografías de Kerouac).
El Imperio Invisible
Hay abundante material documental en los escritos del Sr.
Downard: hechos, fechas, nombres, lugares y acontecimientos que forman la
crónica de una vida peripatética y llena de peligros, como demuestra Richard
Spence. Shelby tenía un fin práctico en mente cuando plasmó sus observaciones
en papel: el descrédito y desmantelamiento del FBI y de las sociedades secretas
que agrupaba bajo el nombre con el que se autodenominaba el Ku Klux Klan, el
“Imperio Invisible”, incluida la menos conocida tradición de brujería mexicana,
entre otros afluentes de la brujería que atormenta a la humanidad. (Estaba a
favor de los conquistadores católicos por haber casi extinguido lo que él
consideraba un diabolismo azteca muy potente y virulento, y detestaba sus
supervivencias contemporáneas, de las que fue testigo en el suroeste desértico,
el crisol de la Jornada del Muerto que terminaba en el punto de inicio donde se
invocó al genio de la botella, en la “Trinity Site” de la bomba atómica).
La campaña para abolir la Oficina Federal de Investigación y
empezar de nuevo, fue ridiculizada en 1963. Sesenta años después, columnistas
tanto del Wall Street Journal como del New York Post han abogado precisamente
por esa antaño impensable supresión de uno de los pilares del leviatán federal.
Al pensar en la relación entre los chicos Dulles (Allen y John
Foster), el Consejo de Relaciones Exteriores y el Grupo de la Mesa Redonda, el
Sr. Downard hace una de sus muchas alusiones a los caballeros artúricos de la
Mesa Redonda, Merlín, la Abadía de Glastonbury y la “Santa Espina/Hawthorn”,
que induce al sueño e incluso a la amnesia. Es en esta coyuntura de su texto
cuando presenta a la “Gran Puta” (“Afrodita Porne”, pp. 110-111), a la que
siguió la pista durante años, que resulta haber sido su distanciada y más tarde
ex esposa, a la que observó escoltada desde orgías en bungalows-dormitorios de
La Jolla, California —gestionados por la élite criminal estadounidense en
colaboración con el FBI de J. Edgar Hoover— hasta al Monte Palomar, para una
inmersión ritual en los rayos de Sirio, cuando el telescopio gigante enfocaba
esa estrella de los faraones, en la constelación Canis Major:
“Una mujer conocida como la Gran Ramera, ninfómana y
prostituta de agentes de la CIA y de miembros de la Mafia, era protegida en sus
prácticas pornográficas por Inversos Burocráticos Federales (agentes del FBI),
así como por hombres y mujeres agentes de la OSS – CIA involucrados en
prácticas de brujería. Antes de darme cuenta de la depravación de esa chica,
acepté de ella una bebida a la que se refería risueñamente como HAWTHORN.”
Aquí comienza una incursión en un inframundo de recuerdos
recuperados y “charadas místicas” resultantes de lo que creemos que no sólo han
sido experimentos de control mental sobre él, sino intentos de aprovechar
cualquier poder por encima de lo normal que Downard poseyera, reminiscencia de
la película de 2001 “Corazones en la Atlántida”, en la que Anthony Hopkins
interpretaba al personaje de Ted Brautigan, un hombre cuyas habilidades
extrasensoriales le convierten en objetivo de secuestro por parte de una
agencia de inteligencia estadounidense. (Cuando tenía 20 años, el futuro poeta
Richard Brautigan estuvo recluido durante más de un año en el manicomio del
Hospital Estatal de Oregón, donde se le administró repetidamente el tormento de
la terapia de electrochoques; se dice que murió a los 49 años, en 1984, de un
disparo autoinfligido en la cabeza con un arma del calibre 44).
‘Dúplex del tiempo’ y ‘Toponomía mística’
Shelby: “Empecé a investigar los posibles porqués de… las
coincidencias, desde la antigua creencia egipcia en la Casa Doble de la
Vida hasta la historia del Gran Hermano de 1984.
En mi investigación, descubrí que se ha especulado sobre la
posibilidad de un mecanismo mental que funciona por debajo del umbral de la
percepción consciente (subliminal) que podría ser un tipo de proceso psíquico
que, una vez desencadenado por un suceso casual, podría provocar, tras el
reconocimiento consciente, la recreación completa de sucesos anteriores en forma
de patrón.”
“…Con todo el poder que poseen los hechiceros, no son un poder
en sí mismos, y en las charadas místicas aparentemente deben atenerse a ciertas
reglas designadas por una Mente de Poder Místico. Las charadas místicas están
definitivamente asociadas simbólicamente con la teselación de la Tierra, la
toponimia mística y el antiguo simbolismo religioso. Las charadas místicas se
realizan de la misma manera que juegos teselados como el ajedrez, las damas y
Otelo… La toponimia mística tiene que ver con la magia y el misterio de las
palabras… y la ciencia del simbolismo… El estudio de los nombres de lugares con
significado mágico y misterioso e importación de la ciencia del simbolismo
también está asociado con las líneas de grados de latitud y longitud, y la
división de un grado (segundos, minutos).”
La supervivencia de James Shelby Downard a través de numerosos
obstáculos dependía de su “judo” personal para convertir las fuerzas ocultas
utilizadas por sus antagonistas en sus propios fines. Conocía la jerga, los
apretones de manos y gestos rituales y la propia gnosis. Utilizaba muchos
nombres. En un momento dado, se describe a sí mismo como “el hombre del final
en el espectáculo de juglares de la vida, sustituyendo a mi sombra, que es el
verdadero Sr. Bones.”
A menudo se hacía referencia a los “hombres del final” en un
espectáculo de juglares como “el Sr. Tambo, que tocaba la pandereta, y el Sr.
Bones, que hacía sonar los huesos (un par de badajos, llamados así por el
material original del que estaban hechos)… El interlocutor, con la cara blanca,
solía llevar un atuendo formal; los otros, con la cara negra, vestían
llamativos abrigos de cola de golondrina y pantalones a rayas.” El programa se
abría con un coro, a menudo como una gran entrada… Luego seguía una serie de…
balada(s)… La segunda parte, u olio (mezcla o popurrí), consistía en una serie
de actos individuales que concluían con un… paseo en el que cada miembro hacía
un número especial….” (Enciclopedia Británica). A veces había una tercera parte
que consistía en una farsa.
Signor Dos Conejos
En los años noventa, después de que este escritor regresara de
Gran Bretaña, tras haber pasado una temporada en una región aislada de Gales,
donde tejos de 2.000 años rodeaban un círculo local parecido a Stonehenge, con
piedras tan antiguas que sólo sobresalía su parte superior del suelo, enviamos
por correo a Shelby una pequeña tarjeta impresa por los propietarios de una
iglesia de 1.400 años de antigüedad situada en el terreno, en la que se contaba
la historia de una niña de la localidad que, más de mil años antes, escondió un
conejo bajo su vestido para evitar que un príncipe que estaba cazando lo
matara.
Esto era de gran interés para Shelby, que años antes había
fundado un club de autodefensa psíquica al que llamó “La Sociedad del Conejo
Beligerante”. Durante su vida, el Sr. Downard mantuvo una dualidad en torno a
su identidad, en la que él, el “Hombre final”, sustituía a su “sombra, que es
el verdadero Sr. Bones”. ¿Cómo puede ser real una sombra?
Con su sociedad de conejos en mente, en una ocasión nos
informó de que su nombre preferido era “Signor Dos Conejos”.
Esta dualidad no era en sí misma ningún tipo de trabajo
oculto. Al contrario, reflejaba tanto el lado sombrío de su experiencia vivida,
que era tan fantástica que costaba creerlo, como el aspecto de autodefensa
psíquica de su táctica personal de supervivencia. Al igual que la pistola de
agua llena de tinta que Shelby empleaba ocasionalmente para desarmar a los
pistoleros, el conejo no se considera peligroso y difícilmente puede
considerarse “beligerante”, salvo como criatura que roba verduras del huerto
del granjero Brown, y ahí reside parte de su poder.
Ciertos conejos de la literatura y el cine poseen un poder
considerable, ya sea como inquietantes heraldos del destino (el conejo
blanco de Lewis Carroll en su historia de “Alicia”), o el espíritu travieso
pero protector mencionado en la tradición del inglés antiguo del siglo VIII: un
púca (“pooka, puck”). Esta criatura se materializa como un conejo de dos metros
en la obra de teatro de Mary Chase en Broadway en 1944, “Harvey”, que en 1950
fue llevada al cine protagonizada por James Stewart. La película “Harvey” era
una de las favoritas del Sr. Downard. (Colin, el hijo de Mary Chase, fue
profesor en la Universidad de Toronto, donde se dedicó a estudios filológicos
sajones de la Alta Edad Media similares a los de su colega católico J.R.R.
Tolkein).
James Shelby Downard —“Signor Dos Conejos”— es una identidad
que indica algo más que el espíritu que preside una paradójica asociación
“beligerante”. Es un doppelgänger (“doble caminante”) que espera que sus
perspicaces lectores detecten. Una y otra vez en sus escritos, Shelby se
identifica con varios nombres dobles que son claves para su supervivencia.
Una de las prácticas de sabiduría más antiguas de las
sociedades rurales aisladas consiste en crear una efigie de uno mismo que los
enemigos confundan con uno. La efigie atrae su ira y sus ataques, que así se
vuelven inofensivos. La vida del Sr. Downard está sembrada de las efigies que
creó y gracias a las cuales sobrevivió.
(Cuando este escritor era niño, mi abuela materna, que
procedía de una región rústica de Europa, me enseñó sin palabras a formar una
efigie si me encontraba en una situación particular que amenazara mi bienestar;
su sabiduría popular se refleja en los “Cuentos de Jack”, tal como los cuenta
en su forma auténtica y sin diluir el narrador estadounidense Ray Hicks).
Información sobre Cross Road
Los lectores que tengan la resistencia de atravesar 446 páginas
de desencanto, tal y como se demarca en la deconstrucción de James Shelby
Downard de la hechicería de la América mística, pueden obtener suficiente
conocimiento e inspiración para escapar del destino de la animalidad robotizada
y la disonancia cognitiva psicopática que hace décadas Downard previó que
afligiría a la humanidad como parte de un proceso que identificó como “La
Revelación del Método.”
Advertencia: en su conversación personal y correspondencia con
este escritor y otros, nunca supimos que utilizara una expresión obscena. “Oh,
diablos” o “Como el infierno” era el lenguaje más fuerte que le observamos
pronunciar o escribir. En Stalking the Great Whore, la palabra “F” aparece de
vez en cuando, y s – – t (por heces) aparece con algo más de frecuencia. No
aventuramos ninguna teoría sobre esta aparente anomalía. El libro no es para
niños; tal vez para una persona muy madura de dieciséis años; nadie más joven.
“…conciliar el pensamiento lógico con el misticismo puede ser
una tarea desalentadora. Cuando el misticismo tiene que ver con la Ciencia del
Simbolismo, a veces puede encontrarse coordinado, y en el recuento de símbolos
coordinados, significados que son abstrusos desafían un precepto mental
inmediato. Para tratarlos adecuadamente, es necesario disponer de una gran
cantidad de información que algunos podrían considerar trivial, hasta que se
demuestra que la información está coordinada. Dicha información puede
denominarse información transversal.” — J.S. Downard
Fuente:
Michael Hoffman: Reseña del libro Stalking the Great Whore:
The Lost Writings of James Shelby Downard. 2023.
Temas en este artículo:Criptopolítica, Imperio Invisible,
James Shelby Downward, Michael Hoffman, Misticismo, Poesía Maldita, Toponomía
mística
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